Está dormida, sumergida en un bonito sueño, sintiéndose libre y feliz como no se había sentido en mucho tiempo. Cuando... alguien pronuncia su nombre. Es una voz conocida, a la que aprecia mucho y que oye muy a menudo, la voz de su padre. Le dice que se levante, que tiene que ir al colegio, acompañado de palabras bonitas como cariño y te quiero. Esto le cae como un jarro de agua fría y la devuelve a la cruda realidad: Es lunes, y le queda una dura y larga semana llena de exámenes para de nuevo volver al fin de semana. Con los ojos aún cerrados abre la persiana, la cual se encuentra lo suficientemente cerca de su cama como para no levantarse y hacerlo.

Se levanta y ve a su hermana acurrucada en forma d ovillo en su cama. Es una chica muy guapa, de tez pálida, con una larga melena castaña y lisa y unos impresionantes ojos verdes (este detalle lo comparten las dos hermanas).

Abre la puerta del armario y apresuradamente coge su ropa habitual. Se desplaza al baño, donde se cambia. Es un baño espacioso, con una bancada de un tono negro como el carbón y un amplio espejo.

Se apresuran a bajar las escaleras. Esos escalones tan odiados por ser altos y numerosos. Abre la puerta de la calle mientras la invade la misma sensación que cuando ha abierto la ventana.

Al final de la calle distingue la parada de autobús y la silueta de su amiga. Su amiga es una chica delgada y guapa, de ojos marrones y que posee una larga melena completamente lisa y de un tono negro azabache que muchas envidian.

El autobús las deja al lado de una rotonda que separa dos institutos y dos colegios. El parque que hay al lado está lleno de adolescentes gritando, hablando o estudiando.
Ellas prosiguen por la calle que llega a su colegio (una calle amplia con un carril bici al lado) y en dos minutos llegan a su destino.