Cuando los tiempos eran tempranos y los soles besaban amorosamente la tierra, Manuel se enamoró apasionadamente de Maria Isabel Cotacachi; amaba en ella su altiva corona de rocas y nieves. Se conocieron cuando el varonil Manuel cazaba venados. En cierta ocasión los animales se refugiaron en las nieves de Cotacachi y fue entonces cuando la vió y se rindió a sus pies. El amor correspondido fue intenso y volcánico.
Durante el día el arco iris transportaba sus mensajes románticos y en las noches tormentosas, los rayos fulgurantes se encargaban de transmitir los ardores amorosos de los dos colosos. Tuvieron tres hijos, tres picachos que permanecen junto a la madre, al lado norte de la montaña. Marido y mujer se visitaban todas las noches.
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