Preludio: Morir (fragmento)
El primer recuerdo importante de Bruno Ríos provenía de una tarde de verano en el parque, cuando tenía tres años. No recordaba exactamente qué parque era, pero sí recordaba el cielo azul. De hecho, el cielo azul era lo primero que surgía en su mente, seguido por el pasto, tan refulgente que le parecía un mar de esmeraldas, pintado con acuarelas. Recién entonces aparecía él mismo en el recuerdo, corriendo. En realidad, lo recordaban sus pies, con un calzado rojo, moviéndose encima del verde. Y finalmente llegaba a su memoria, esa mariposa de alas carmesí, como dos gotas de sangre. Es como un ángel rojo, pensó Bruno mientras corría, incansable, tras esas alas. Solo un niño, en especial un niño pequeño, podía sentir una fascinación así por algo tan simple; un niño y quizá un viejo, concluyó Bruno, tiempo después. Como quiera que fuese, él era capaz de recordar la sensación tan clara como si la viviera una vez más, como si hubiese quedada grabada en sus células.Fragmento seleccionado del libro "Música de vampyros", de Federico Ivanier; 2009; Montevideo, Uruguay.