Los educadores que estudiamos invitaban a los estudiantes a
perseguir objetivos ambiciosos y les prometían ayuda para conseguirlos, pero les dejaban el
control de su propia educación, evitando cualquier sensación de «dirigir las tropas en una
dura batalla». Entonces, el «más» era tanto una promesa que hacían («esto es lo que seréis capaces de aprender/conseguir en esta clase) como un conjunto de expectativas.
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