La base de la realidad no es la materia, sino la conciencia. Se desmoronan viejas concepciones y ahora empezamos a entender:

que no somos espectadores pasivos en un mundo de objetos, sino coautores y cocreadores de un universo de relaciones,

que hoy solo estamos manifestando una ínfima parte de nuestras posibilidades,

que la mente no está en el cerebro, y que dialoga con el mundo y las otras mentes de maneras sutiles,

que nuestras intenciones condicionan nuestro presente, de modo que nuestro mundo exterior refleja nuestro mundo interior,

que no somos seres materiales que tienen experiencias espirituales, ni máquinas genéticas que tienen experiencias psicológicas, sino conciencia envuelta en velos de la materia, el espacio, el tiempo y la limitación,

que el núcleo de la realidad habla del lenguaje de la imaginación, la creatividad y la intuición más que el de las leyes, fórmulas y conceptos,

que toda la comunidad de la biosfera revela la belleza y la sacralidad del universo,

que cada momento es un regalo,

que entre tú y el resto del mundo nunca hay, nunca hubo, ninguna separación.”

Un mundo materialista que reduce la realidad a cifras y estadísticas puede acumular información pero no pude amar ni acctuar con sabiduría.

 La experiencia postmaterialista redescubre el mundo como un lugar asombroso, lleno de sentido y lleno de prodigios, de encanto, de baraka.

Lo único verdaderamente real es el momento presente. Pero el presente continen ya las semillas de lo que quiere crecer. Y los signos de los tiempos apuntan hacia una creciente maduración de la conciencia humana”. (J.Pigem)