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luis_95martinez
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Question Answer
Aristóteles (384 a. C.-322 a. C.) Fue un polímata: filósofo, lógico y científico de la Antigua Grecia cuyas ideas han ejercido una enorme influencia sobre la historia intelectual de Occidente por más de dos milenios. Aristóteles escribió cerca de 200 tratados sobre una enorme variedad de temas, Aristóteles transformó muchas, si no todas, las áreas del conocimiento que tocó.
Según el filósofo, toda actividad humana tiende hacia algún bien. Así, se da un teleologismo, identificando el fin con el bien. La ética de Aristóteles es una ética de bienes porque él supone que cada vez que el hombre actúa lo hace en búsqueda de un determinado bien. El bien supremo es la felicidad, y la felicidad es la sabiduría. *Fin: La finalidad o motivo de una acción. *Fin Medio o Imperfecto: Es aquel fin que se quiere por otra cosa y no por sí mismo. *Fin Final o Perfecto: Es aquél fin que se quiere por sí mismo y no por otra cosa. *Felicidad o eudaimonía: Es el Bien Supremo del ser humano. La actividad contemplativa es la más alta de todas, puesto que la inteligencia es lo más alto de cuanto hay en nosotros, y además, la más continua, porque podemos contemplar con mayor continuidad que cualquier otra acción. Aristóteles creía que la libertad de elección del individuo hacía imposible un análisis preciso y completo de las cuestiones humanas, con lo que las «ciencias prácticas», como la política o la ética, se llamaban ciencias sólo por cortesía y analogía. Las limitaciones inherentes a las ciencias prácticas quedan aclaradas en los conceptos aristotélicos de naturaleza humana y autorrealización. La naturaleza humana implica, para todos, una capacidad para formar hábitos, pero los hábitos formados por un individuo en concreto dependen de la cultura y de las opciones personales repetidas de ese individuo. Todos los seres humanos anhelan la «felicidad», es decir, una realización activa y comprometida de sus capacidades innatas, aunque este objetivo puede ser alcanzado por muchos caminos.
Epicureísmo (341 a. C) El epicureísmo es una organización filosófica que cubre la búsqueda de una vida feliz mediante la búsqueda inteligente de placeres, la ataraxia (ausencia de turbación) y las amistades entre sus correligionarios. Fue enseñada por Epicuro de Samos, filósofo ateniense que fundó una escuela llamada Jardín y cuyas ideas fueron seguidas por otros filósofos, llamados epicúreos.
El gusto para el epicureísmo no debía conformarse al cuerpo, sino que debía ser también intelectual. Además, para Epicuro la presencia del placer o felicidad era un sinónimo de la ausencia de dolor, o de cualquier tipo de aflicción: el hambre, la tensión sexual, el aburrimiento, etc. Era un equilibrio perfecto entre la mente y el cuerpo que proporcionaba la serenidad. El bien supremo y el mal supremo: Para Epicuro, los placeres y sufrimientos son consecuencia de la realización o impedimento de los apetitos. Epicuro distingue entre tres clases de apetitos, por tanto placeres: *Los naturales y necesarios, como alimentarse, abrigo, y el sentido de seguridad, que son fáciles de satisfacer. *Los naturales pero no necesarios, conversación amena, gratificación sexual. *Los no naturales ni necesarios, la búsqueda del poder, la fama, el prestigio. *Los no naturales necesarios, dinero, ropa... Los placeres del cuerpo y los del alma: Epicuro no postulaba la oposición cuerpo-alma; el alma, igual que el cuerpo, es material y está compuesta de átomos. También distinguía entre dos tipos de placeres: *Placeres del cuerpo: aunque se considera que son los más importantes, en el fondo su propuesta es el equilibrio voluntario y consciente de estos placeres, no su eliminación; no es posible conocer el placer si no se conoce el dolor, no se disfruta de un banquete si no se conoce el hambre. *Placeres del alma: el placer del alma es superior al placer del cuerpo: el corporal tiene vigencia en el momento presente, pero es breve, mientras que los del alma son más duraderos y además pueden eliminar o atenuar los dolores del cuerpo. La finalidad de la filosofía de Epicuro no era teórica, sino más bien práctica que buscaba sobre todo procurar el sosiego necesario para una vida feliz y placentera en la que los temores al destino, los dioses o la muerte quedaran definitivamente eliminados.
Estoicismo (301 a. C.) El estoicismo es uno de los movimientos filosóficos que, dentro del periodo helenístico, adquirió mayor importancia y difusión. Fundado por Zenón de Citio, adquirió gran difusión por todo el mundo grecorromano, gozando de especial popularidad entre las élites romanas. Su período de preeminencia va del siglo III a. C. hasta finales del siglo II d. C. Tras esto, dio signos de agotamiento que coincidieron con la descomposición social del alto Imperio romano y el auge del cristianismo.
El azar no existe; es el simple desconocimiento causal de los acontecimientos. Si nuestra mente pudiera captar la total trabazón (conexión) de las causas podría entender el pasado, conocer el presente y predecir el futuro. Este mundo es el mejor de todos los posibles y nuestra existencia contribuye a este proyecto universal, por lo que, como veremos, no hay que temer al destino, sino aceptarlo. Se llega a la virtud por el saber, por lo tanto deben buscar el conocimiento pese a todas las objeciones, y para ello deben encontrar un criterio de verdad certero. Consideran que la percepción deja la impresión de lo externo en el alma, que al nacer sería como una tabla de cera en la que lo exterior imprime sus signos. Al estar todos los acontecimientos del mundo rigurosamente determinados y formar parte el hombre del razonamiento universal, la libertad no puede consistir más que en la aceptación de nuestro propio destino, el cual estriba fundamentalmente en vivir conforme a la naturaleza. Para ello el hombre debe conocer qué hechos son verdaderos y en qué se apoya su verdad. El bien y la virtud consisten, por lo tanto, en vivir de acuerdo con la razón, evitando las pasiones, que no son sino desviaciones de nuestra propia naturaleza racional. La pasión es lo contrario que la razón, es algo que sucede y que no se puede controlar, por lo tanto debe evitarse. Las reacciones, como el dolor, el placer o el temor, pueden y deben dominarse a través del auto control ejercitado por la razón, la impasibilidad y la imperturbabilidad. Estas surgirán de la comprensión de que no hay bien ni mal en sí, ya que todo lo que ocurre es parte de un proyecto cósmico. Solo los ignorantes desconocen el razonamiento universal y se dejan arrastrar por sus pasiones.
Tomás de Aquino (7 de marzo de 1274) Fue un teólogo y filósofo católico perteneciente a la Orden de Predicadores, el principal representante de la enseñanza escolástica, una de las mayores figuras de la teología sistemática y, a su vez, una de las mayores autoridades en metafísica, hasta el punto de que, después de muerto, sea el referente de varias escuelas del pensamiento: tomista y neotomista.
El pensamiento de Tomás de Aquino partía de la superioridad de las verdades de la teología respecto a las racionales, por la sublimidad de su fuente y de su objeto de estudio: Dios. Aunque señaló que la razón era muy limitada para conocer a Dios, ello no le impidió mostrar que la filosofía era un modo de hallar conocimientos verdaderos. Tomás, como máximo exponente de la figura de Aristóteles, tiene en el ser el punto de partida de su esquema del pensamiento. El Aquinate comienza su ciencia en el ente, que se define como lo que está siendo. Ahí introduce su innovadora distinción entre esencia y existencia. Ya que podemos actualizar interiormente la esencia de un objeto, independientemente de que exista, de que tenga realidad propia, contenido propio, hay que concluir que ambos son principios diferentes. Tomás asocia la esencia, por ser limitación, con la potencia aristotélica, y la existencia, por ser perfección, como acto; en esta independencia de la existencia respecto a la esencia radica la cuestión de la contingencia de los objetos y de toda metafísica Tomás, dejó claro que no podemos contemplar a Dios como tal y señaló que la mejor forma de conocer a Dios sería mediante su Revelación directa: la Biblia, especialmente el Nuevo Testamento, la Tradición apostólica y el Magisterio de la Iglesia. Sin embargo, desde el punto de vista estrictamente filosófico, se habría de conocer a Dios no mediante dichas fuentes sino del modo en que está ordenada la razón natural: tomando las cosas sensibles (los efectos) y abstraerse a sus principios (la causa) o fines. El fin último del hombre es el bien de su especie, su plenitud-perfección, alcanzar la felicidad. Para obtenerla debe responderse a su naturaleza, a su forma humana, y que el ser humano entiende a Dios, Sumo Bien, por el dictamen de su intelecto es como llega al bien de las cosas; Ya que todo ente tiene una forma, con sus límites y medidas, según esas leyes de naturaleza, el hombre alcanza su bien, su virtud. A ello se le llamaría ley natural.
Utilitarismo (siglos XVIII y XIX) El utilitarismo fue propuesto originalmente durante los siglos XVIII y XIX en Inglaterra por Jeremy Bentham y su seguidor John Stuart Mill, aunque también se puede remontar a filósofos de la Antigua Grecia como Parménides de Elea. Tanto la filosofía de Epicuro como la de Bentham pueden ser consideradas como dos tipos de consecuencialismo hedonista, pues juzgan la corrección de las acciones según su resultado en términos de cantidad de placer o felicidad obtenida.
El utilitarismo es una teoría ética que asume las siguientes tres propuestas: lo que resulta intrínsecamente valioso para los individuos, el mejor estado de las cosas es aquel en el que la suma de lo que resulta valioso es lo más alta posible, y lo que debemos hacer es aquello que consigue el mejor estado de cosas conforme a esto. De este modo, la moralidad de cualquier acción o ley viene definida por su utilidad para los seres sintientes en conjunto. Utilidad es una palabra que refiere aquello que es intrínsecamente valioso para cada individuo. El utilitarismo es a veces resumido como "el máximo bienestar para el máximo número". De este modo el utilitarismo recomienda actuar de modos que produzcan la mayor suma de felicidad posible en conjunto en el mundo. Muchas teorías utilitaristas defienden la producción del máximo bienestar para el máximo número de personas. El utilitarismo negativo cree necesario evitar la mayor cantidad de dolor o daño para el mayor número de personas. Los defensores de esta interpretación del utilitarismo argumentan que ésta propone una fórmula ética más eficaz, pues hay más posibilidades de crear daños que de crear bienestar, y los daños mayores conllevan suicidio a los más grandes bienes. Se han propuesto otras formas de utilitarismo. La forma tradicional de utilitarismo es la del utilitarismo del acto, que afirma que el mejor acto es el que aporta la máxima utilidad. Una forma alternativa es el utilitarismo de las normas, que afirma que el mejor acto es aquel que forme parte de una norma que sea la que nos proporciona más utilidad. Muchos utilitaristas argumentarían que el utilitarismo no sólo comprende los actos, sino que también los deseos y disposiciones, premios y castigos, reglas e instituciones.
Kant y la Ética del Deber La teoría, desarrollada como producto del racionalismo ilustrado, está basada en la postura que la única cosa intrínsecamente buena es una buena voluntad; una acción solo puede ser buena, por tanto, si su máxima, el principio subyacente, obedece a la ley moral.
Central a la construcción kantiana de la ley moral es el imperativo categórico, que actúa sobre todas las personas, sin importar sus intereses o deseos. Kant lo formuló de varias maneras. Su principio de universabilidad requiere que, para que una acción sea permisible, debe ser posible aplicarla a todas las personas sin resultar contradictorio. Su formulación de la humanidad como un fin en sí misma exige que los humanos nunca sean tratados meramente como un medio para un fin, sino también un fin en sí mismos. La formulación de la autonomía concluye que los agentes racionales están obligados a la ley moral por su propia voluntad, mientras que el concepto de Kant del Reino de los fines exige que las personas actúen como si los principios de sus propias acciones establecieran una ley para un reino hipotético. Kant también distinguió entre deberes perfectos e imperfectos. Un deber perfecto, como el deber de no mentir, es siempre verdadero; uno imperfecto, como donar a la caridad, puede flexibilizarse y aplicarse en un tiempo y espacio particulares. Comenzó su teoría ética argumentando que la única virtud que puede ser incondicionalmente buena es una buena voluntad. Ninguna otra virtud tiene este estatus debido a que todas las otras virtudes pueden usarse para lograr fines inmorales. La buena voluntad es única en que siempre es buena y mantiene su valor moral incluso cuando fracasa en el logro de sus intenciones morales. Consideró la buena voluntad como un principio moral individual que libremente elige usar a las otras virtudes para fines morales. Para Kant una buena voluntad es una concepción más amplia que una voluntad que actúa por deber. Una voluntad que actúa por deber es distinguible como una voluntad que supera los obstáculos con el fin de cumplir la ley moral. Kant sostiene que solo los actos realizados por deber tienen valor moral. Esto no quiere decir que los actos realizados solamente en conformidad con el deber sean despreciables, pero los acciones que se realizan por deber poseen una consideración especial.
Nietzsche y la Ética del Poder: El superhombre Friedrich Wilhelm Nietzsche (Röcken, 15 de octubre de 1844 – Weimar, 25 de agosto de 1900) fue un filósofo, poeta, músico y filólogo alemán, considerado uno de los pensadores contemporáneos más influyentes del siglo XIX. Realizó una crítica exhaustiva de la cultura, la religión y la filosofía occidental, mediante la genealogía de los conceptos que las integran, basada en el análisis de las actitudes morales hacia la vida.
Nietzsche concibe al superhombre como el individuo fiel a los valores de la vida, al “sentido de la tierra”. Su caracterización de esta figura humana es ambigua, dando lugar las siguientes tesis a peligrosas interpretaciones, incluida la nazi: fue contrario tanto al igualitarismo cristiano como al socialista (hay hombres inferiores y hombres superiores; el superhombre pertenece a este segundo grupo); moral de la violencia: llega a atribuir al superhombre rasgos terribles (falta de compasión, desprecio por los débiles, crueldad, gusto por la acción, el combate y la guerra); en muchos textos emplea los calificativos más exagerados para criticar al judaísmo, al cristianismo y reivindicar la ferocidad y empuje de los pueblos germánicos. El superhombre no se puede identificar con una clase social con privilegios que le puedan venir por la tradición o que descansen en su poder social, ni con un grupo definido biológicamente; pero lo podemos reconocer a partir de su conducta moral: 1. Rechaza la moral de esclavos. 2. Rechaza la conducta gregaria. 3. Crea valores. 4. Vive en la finitud. 5. Le gusta el riesgo. 6. Es contrario al igualitarismo. 7. Ama la intensidad de la vida. 8. En conclusión: el superhombre es la afirmación enérgica de la vida y el creador y dueño de sí mismo y de su vida, es un espíritu libre.
Ética Marxista La ética marxista procede de la teología, la filosofía, la biología, la economía, y la historia marxista. Mientras que los humanistas seculares tienen problemas para llegar a un consenso con respecto a sus creencias éticas, los marxistas no; principalmente debido a su determinado enfoque hacia todas las cinco disciplinas referidas al principio.
Según la dialéctica marxista, todo en el universo (inclusive la sociedad) está en un estado de cambio constante por lo tanto según la definición de Marx, nuestro estatus social y económico está siempre cambiando, de acuerdo a las leyes de la dialéctica, así que nuestras ideas acerca de la moral también deben estar en un estado de cambio continuo. En la búsqueda de la moralidad marxista, la revolución es el medio más eficiente para crear una sociedad sin distinciones de clases. De acuerdo con los marxistas, la revolución es inevitable y es la única manera de derrocar a la burguesía y elevar al proletariado. Los marxistas etiquetan de "inmoral" a la ética cristiana, porque mantiene teóricamente el dominio de la burguesía sobre el proletariado. Pero los marxistas no pueden concebir un esquema moral diferente a la vaga idea de la "creación de un nuevo hombre moral." Una ideología ética que incluya la inevitabilidad del cambio y la evolución de los valores morales pone en libertad a los marxistas para abandonar los estándares morales generalmente aceptados, en la búsqueda de un bienestar mayor (la creación de una sociedad sin clase). Esta búsqueda requiere que los marxistas se dediquen a la causa y utilicen cualquier acción que crean que producirá una sociedad sin clases.
Ética Cristiana y Franciscana El siglo XIII, nacimiento del franciscanismo, representa el período orgánico y áureo del equilibrio y de la unidad de la civilización y de la cultura medieval, después de largos siglos de elaboración y de construcción. Al mismo tiempo, es una apertura a nuevas luchas, nuevas conquistas y nuevos ideales para soñar y construir una nueva civilización.
El propósito de la ética franciscana, representada por el pensamiento de Duns Scoto, es armonizar los derechos de Dios con los derechos humanos: defender, no sólo la contingencia de la persona humana, sino también su dignidad. Las principales cuestiones éticas se resumen en la norma moral y la ley moral. Entre las características del pensamiento franciscano, destaca la primacía de la voluntad y la libertad. Duns Scoto afirma la primacía de la voluntad y la libertad sobre el intelecto y el entendimiento. El pensamiento franciscano considera al hombre en su totalidad, en su conciencia y en su dato concreto en el mundo; En relación con la creación del mundo, el pensamiento franciscano afirma que el mundo no fue creado eternamente, ni por la fuerza de la fe ni por argumentos de razón; Defiende la primacía de la voluntad sobre el entendimiento, de la intuición sobre la razón, del amor sobre la racionalidad; Exalta la fe y hace de la razón, en cierto sentido, su sierva: la razón como mediación para explicar y comprender el contenido de la fe; Trata de hacer de la filosofía y la teología una única ciencia: se opone a una separación práctica entre filosofía, y teología. En la visión franciscana, el conocimiento se explica por los sentidos, y también como iluminación divina. Admite la tesis del conocimiento individual por el intelecto y del conocimiento por la intuición. Y prefiere la intuición emotiva por considerarla más adecuada para la comprensión de lo verdadero y como medio para conocer lo real.
La Ética de la liberación desde la tradición Dusseliana Enrique Dussel Ambrosini nació en Mendoza, Argentina, el 24 de diciembre de 1934. Ahí se formó en una sólida tradición intelectual de compromiso social hacia la izquierda militante.
La ética de la liberación, fundamenta y legitima los movimientos sociales desde criterios y principios éticos para el ejercicio de la práctica de la liberación desde las “víctimas”; una praxis apoyada en normas, acciones, microestructuras, instituciones o sistemas de eticidad, sin esperar el tiempo de las revoluciones, cuando éstas no están al alcance de las masas. En las condiciones actuales, dice Dussel, pretendemos situarnos en un horizonte mundial, planetario, más allá de América Latina, del heleno y eurocentrismo para, desde el centro y la periferia, interpelar la mundialidad. Los cambios en el planeta parecieran terminar con la esperanza de los pueblos, pero a pesar de todo, el momento material de la ética es una verdad práctica, esto es, el criterio material sobre el que se funda la ética, la reproducción y el desarrollo de la vida humana es universal, y además no es solipsista, sino comunitario. Se trata de una comunidad de vida, de acuerdo con Dussel. La ética de la liberación propone la necesidad dedefinir un criterio de validez moral intersubjetivo (formal consensual), que debe articularse con el criterio de verdad práctica de reproducir y desarrollar la vida humana material, la ética de la liberación propone la necesidad de definir un criterio de validez moral intersubjetivo (formal consensual), que debe articularse con el criterio de verdad práctica de reproducir y desarrollar la vida humana.
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