1. La psicología política se ha concretado en el estudio
científico de los factores psicológicos que determinan la
conducta política y el efecto de los sistemas políticos en los
procesos psicológicos (Knutson, 1973; v. también Sears,
Huddyy Jervis, 2003)
1. La investigación en el área ha señalado múltiples factores
-socioeconómicos, psicosociales o racionales- que
determinarían el núcleo de comportamiento y participación
política de las personas (Campbell, Converse, Miller y
Stokes, 1960).
2. Personalidad autoritaria
1. Las primeras aproximaciones en investigación dirigidas a la
predicción del voto situaron la ideología individual como factor
determinante en este comportamiento político.
Tras la segunda guerra mundial aparece la teoría de la
personalidad autoritaria de Adorno, Frenkel-Brunswick,
Levinson y Sandford (1950).
El objetivo principal de los trabajos que condujeron al desarrollo de la teoría era demostrar que
ciertos individuos son fascistas potenciales aunque, antes de llegar a convertirse en ello, muestran
una alta susceptibilidad a este tipo de propaganda, manifiestan fuertes sentimientos
antidemocráticos y presentan un tipo de personalidad específica o personalidad autoritaria (Adorno,
Frenkel-Brunswick, Levinson y Sandford, 2006).
Propuso que los niños que habían experimentado una educación severa y conforme a códigos
morales convencionales mostraran sentimientos hostiles hacia sus padres, sentimientos que
posteriormente desplazarían hacia personas que consideraban más débiles o inferiores.
La investigación en personalidad autoritaria se centró, por un lado, en el estudio de la ideología,
entendida como opiniones, actitudes y valores relativos a la esfera de lo político, lo económico y lo
religioso, y, por otro lado, se centró en el estudio de la personalidad, considerada un conjunto de
necesidades que, a veces, guardan armonía y otras entran en conflicto.
El desarrollo teórico del concepto de personalidad autoritaria condujo a la
construcción de dos instrumentos para su medición: las escalas E y F
(Adorno et al., 1950), ambas orientadas a medir las tendencias
antidemocráticas individuales.
La escala E, estaba compuesta por tres subescalas
(prejuicio hacia afroamericanos, prejuicio hacia otras
minorías y patriotismo).
La escala F, dirigida a evaluar las tendencias
antidemocráticas implícitas o de propensión hacia el
fascismo, que, según estos autores, se desarrollaban
en las personas cuando sus padres son distantes y
excesivamente disciplinados, y en el proceso de
socialización han sido incapaces de expresar y sentir
cariño por sus hijos.
Escala RWA, En 1981, Altemeyer retomó su estudio y creó una
nueva escala a partir de una concepción más concreta de
autoritarismo ya que se entendía este como un fenómeno
endogrupal.
La Escala RWA evalúa tres tipos de
actitudes
Sumisión autoritaria: predisposición de los
individuos o grupos a juzgar como legítimo el
poder de la autoridad en una sociedad.
Agresión autoritaria: creencia en que aquellos
individuos o grupos que se desvían del orden
establecido deben ser sancionados por las
autoridades.
Convencionalismo: predisposición a apoyar
convenciones y normas sociales aprobadas por
las autoridades.
Procesos duales e ideología política
la teoría de la personalidad autoritaria
ha considerado que existen dos
factores principales, subyacentes a los
tipos de actitudes que evalúa la escala.
La sumisión autoritaria se
conceptualiza como un
fenómeno endogrupal.
La dominancia autoritaria
explicará el comportamiento
del individuo desde el nivel
intergrupal.
El interés por el factor de dominancia autoritaria ha llevado
al empleo de la Escala de Orientación a la Dominancia
Social (Social Dominance Orientation, SDO) para su
evaluación.
Socialización política
Desde la teoría del voto hereditario (Greenstein, 1965;
Abramson, 1975) se afirma que la socialización familiar
contribuye radicalmente a que los niños aprendan a
identificarse con determinada opción política de manera
que adquieren los denominados sesgos partidistas.
Las actitudes políticas pueden aparecer en momentos
tempranos del desarrollo, a veces, incluso a los 6 o 7 años (Lañe
y Sears, 1967). Esta preferencia está determinada por las
lealtades que poseen los padres (Converse, 1964).
Adorno et al. (1950) señalan que muchas actitudes y necesidades
subyacentes se originan en la situación familiar y agrupan las
variables estudiadas en tres grupos, principalmente: actitudes
hacia los padres e imagen de la familia, concepto acerca del medio
en que se desarrolló la niñez y actitudes hacia los hermanos.
(Altemeyer, 1981,1988) explicará la génesis de este tipo de
personalidad de acuerdo con otros procesos, definidos a nivel
teórico posteriormente, concretamente basados en los
principios del aprendizaje social.
Sabucedo (1996) señala que quizá los padres pueden
estar dirigiendo a sus hijos hacia un tipo de
respuesta ante una situación determinada.
Determinantes de la conducta de voto
Es conocido el error de predicción de muchos de los sondeos
de opinión a la hora de pronosticar unos resultados
electorales concretos. De hecho, los sondeos más fiables se
hacen a pie de urna, es decir, se recogen poco antes de que la
conducta de voto se lleve a cabo.
Estabilidad del voto
Uno de los aspectos destacados en torno a la
conducta de voto es su estabilidad temporal, es decir,
qué hace que los votantes de determinado partido
político mantengan el voto hacia el mismo partido,
independientemente de los comicios que se celebren.
La Identificación partidista.
Se define como una vinculación psicológica entre un
individuo y un partido político, que implica un
sentimiento de pertenencia al partido como grupo de
referencia.
Otras formas de participación
política
Conceptos
La participación política es uno de los conceptos
centrales de la sociología y las ciencias políticas. Verba y
Nie (1972) se referían a la participación política como los
actos legales de ciudadanos privados dirigidos a influir en
la elección de los gobernantes o en las acciones que estos
hayan de tomar.
Barnes y Kaase (1979) ofrecieron una definición más amplia de
la participación política, que incluiría todas las actividades
voluntarias de los ciudadanos individuales dirigidas a influir
directa o indirectamente en las decisiones políticas en los
diferentes niveles del sistema político.
Booth y Seligson (1978) aportaban una definición
más extensa de la participación política al
abarcar todos aquellos comportamientos que
afectan (o tratan de influir sobre) la distribución
de los bienes públicos.
1. Participación política convencional: está relacionada con las
acciones llevadas a cabo durante un proceso electoral.
2. Participación política no convencional: se refiere a
acciones como firmar peticiones, asistir a
manifestaciones legales, participar en boicots, secundar
huelgas legales e ilegales, ocupar edificios o fábricas,
dañar la propiedad, llevar a cabo sabotajes, la violencia
personal y otras.
3. Persuasión electoral: actividades vinculadas
con campañas electorales, convencer a otros
para votar o asistir a mítines.
4. Participación convencional: acciones dentro de la legalidad
que tratan de incidir en el curso de los acontecimientos
político-sociales: votar, enviar escritos a la prensa y asistir a
manifestaciones y huelgas autorizadas.
5. Participación violenta: adopta formas para producir
daños a la propiedad o violencia armada.
6. Participación directa pacífica: incluye acciones que desbordan el
marco de la legalidad establecida, pero no son violentas, como
ocupar edificios, boicotear propuestas u opciones políticas,
ocasionar cortes de tráfico y participar en manifestaciones y
huelgas no autorizadas.
Evolución en la participación política
Existe una crisis de participación política en Europa,
extendida principalmente entre los más jóvenes
(Bennett, 1997; Delli Carpini, 2000; Putnam, 2000).
En primer lugar, señala que, al menos en lo que se refiere a la
participación no convencional, los datos muestran una tendencia al
crecimiento de este tipo de participación.
La segunda conclusión fundamental a que llega Jaime, a partir de los datos
analizados, es el hecho de que las diferencias de participación por grupos de edad
se deben fundamentalmente a un efecto de ciclo vital, en comparación con el
efecto generacional.
Referencia: Arias, A.V., Morales, J.F., Nouvilas, E. & Martínez J.L. (2012)
Psicología Social Aplicada. Bogotá, Colombia. Editorial Panamericana,
(Cap. 2. Pp. 75 – 92)