Ejemplos de comentario de texto de Selectividad

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Ejemplos de comentario de texto para el examen de Selectividad de Lengua castellana y Literatura.
Diego  Santos
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Diego  Santos
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20013
105

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Miguel de Unamuno: San Manuel Bueno, mártir

Decíase que había entrado en el Seminario para hacerse cura, con el fin de atender a los hijos de una su hermana recién viuda, de servirles de padre; que en el Seminario se había distinguido por su agudeza mental y su talento y que había rechazado ofertas de brillante carrera eclesiástica porque él no quería ser sino de su Valverde de Lucerna, de su aldea perdida como un broche entre el lago y la montaña que se mira en él.

¡Y cómo quería a los suyos! Su vida era arreglar matrimonios desavenidos, reducir a sus padres hijos indómitos o reducir los padres a sus hijos, y sobre todo consolar a los amargados y atediados, y ayudar a todos a bien morir.

Me acuerdo, entre otras cosas, de que al volver de la ciudad la desgraciada hija de la tía Rabona, que se había perdido y volvió, soltera y desahuciada, trayendo un hijito consigo, Don Manuel no paró hasta que hizo que se casase con ella su antiguo novio, Perote, y reconociese como suya a la criaturita, diciéndole:

-Mira, da padre a este pobre crío que no le tiene más que en el cielo. -¡Pero, Don Manuel, si no es mía la culpa...! -¡Quién lo sabe, hijo, quién lo sabe...!, y, sobre todo, no se trata de culpa. Y hoy el pobre Perote, inválido, paralítico, tiene como báculo y consuelo de su vida al hijo aquel que, contagiado de la santidad de Don Manuel, reconoció por suyo no siéndolo.

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Solución Propuesta

Como es sabido, Miguel de Unamuno escribió San Manuel Bueno, mártir durante el año de 1930, es decir, apenas unos meses antes de la proclamación de la Segunda República en 1931. Y en esta novela se reflejan, por igual, las preocupaciones religiosas y filosóficas de Unamuno así como el intenso debate social sobre la función social de la Iglesia en el agitado contexto histórico español de aquellos tiempos: el anticlericalismo radical y fanático de la izquierda frente al catolicismo intolerante y reaccionario de la derecha. Unamuno nos presenta un cura de aldea que ante todo ama su labor y cuya verdadera vocación es entregarse en cuerpo y alma al servicio de sus paisanos. Así, en este fragmento, don Manuel arregla matrimonios, reconcilia padres con hijos, hermanos con hermanos, atiende espiritualmente a los enfermos y desvalidos o, por ejemplo, busca un padre que dé apellidos a un niño fruto del “pecado” de una madre soltera. De modo que el autor pretende reivindicar la tarea social y humanitaria de los sacerdotes, por encima de cuestiones políticas o ideológicas, tan candentes durante la Segunda República española, y por encima de aquello que a él le preocupaba especialmente: la creencia religiosa vivida como un drama existencial donde luchan razón y fe, la inmortalidad del alma o la existencia de la vida eterna. Porque Miguel de Unamuno llega a la conclusión de que “ser sacerdote” es mucho más que creer, o no creer, en Dios o en la vida eterna, mucho más que pertenecer al clero o conjunto de frailes, sacerdotes, monjas, obispos… Unamuno, en esta novela, piensa que “ser sacerdote” es trabajar para los demás, solidarizarse con el prójimo, compartir los sufrimientos y tristezas, pero también los gozos y alegrías de la vida cotidiana de la gente, aunque esta sea habitante de una pequeña aldea perdida entre un valle, una montaña y un lago. Por otra parte, resulta evidente que en la sociedad actual española han cambiado bastantes cosas con respecto al mundo narrado por Unamuno en San Manuel Bueno, mártir. En primer lugar, aunque todavía conserva un peso muy importante en la vida moral y en las costumbres, la influencia ideológica y política de la iglesia católica ha disminuido notablemente. En segundo lugar, la gente no habita en pequeños y aislados núcleos rurales, sino que vive en un mundo altamente tecnológico y con la población concentrada preferentemente en grandes ciudades. Por esto, en esta sociedad actual española totalmente europeizada, de libertad sexual y de cultos, de costumbres mucho más abiertas, relajadas y tolerantes (divorcios, abortos, matrimonios de homosexuales, parejas de hecho, mayoría de edad a los 18 años…) resulta extraña e incomprensible la urgencia tremenda de buscar un “marido” que dé “apellidos” como Dios manda a una “madre soltera” como le ocurrió a la hija de la tía Rabona cuando se casó con Perote; pues, afortunadamente, una mujer no está obligada ahora a casarse para tener hijos o para vivir una vida emancipada y en plena actividad profesional y laboral.

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Rafael Alberti, Ora Marítima

Por encima del mar, desde la orilla americana del Atlántico.¡Si yo hubiera podido, oh Cádiz, a tu vera,hoy, junto a ti, metido en tus raíces,hablarte como entonces,como cuando descalzo por tus verdes orillasiba a tu mar robándole caracoles y algas! Bien lo merecería, yo sé que tú lo sabes,por haberte llevado tantos años conmigo,por haberte cantado casi todos los días,llamando siempre Cádiz a todo lo dichoso,lo luminoso que me aconteciera.Siénteme cerca, escúchameigual que si mi nombre, si todo yo tangible,proyectado en la cal hirviente de tus muros,sobre tus farallones hundidos o en los huecosde tus antiguas tumbas o en las olas te hablara.Hoy tengo muchas cosas, muchas más que decirte.Yo sé que lo lejano,sí, que lo más lejano, aunque se llameMar de Solís o Río de la Plata,no hace que los oídosde tu siempre dispuesto corazón no me oigan.Por encima del mar voy de nuevo a cantarte.

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Solución Propuesta

La nostalgia ha sido, desde siempre, un sentimiento que ha inspirado a multitud de poetas de todos los tiempos, lugares y lenguas. Unas veces se añoraban los años dorados de la infancia o la juventud perdidas; otras eran objetos de la nostalgia los besos o la dulce mirada de la persona amada, cuya ausencia los dejaba desolados; otras veces, también, la patria natal cuyos paisajes (tanto los de tierra adentro como los del litoral) los poetas debieron abandonar por muy variadas razones. Rafael Alberti no es ajeno a esta tradición poética y canta, desde la otra orilla del Atlántico, al lugar donde se crió, al Cádiz de su infancia. Sin embargo, en este poema hay dos elementos especiales.En primer lugar, la nostalgia está causada por el exilio forzoso que la guerra civil española provocó en miles de compatriotas, que tuvieron que huir de la dura represión de la dictadura franquista o que, desde el extranjero, lucharon contra ella. Entre estos miles de exilados se hallaban poetas del 27 como Alberti, Cernuda y Pedro Salinas, o cineastas como Luis Buñuel, o artistas geniales como Picasso o Joan Miró, y cientos de intelectuales, historiadores, científicos y pensadores; todos ellos, desde Europa (sobre todo en Francia, pero también, incluso, en la Unión Soviética) y desde América (México, EE.UU., Argentina, Chile…) manifestaron en toda ocasión su amor a la patria y el doloroso sentimiento del regreso imposible, para muchos como Alberti, hasta que la dictadura franquista no acabara 39 años después de iniciada la guerra del 36.En segundo lugar, este contexto histórico ayuda a comprender el sentido más profundo de este poema: Alberti recurre a la figura retórica consistente en conversar con seres reales o imaginarios que están ausentes, precisamente porque este diálogo o apóstrofe permite vencer y borrar la infranqueable barrera de la distancia y el alejamiento, al menos mientras dure esa imaginaria y ficticia conversación. Así pues, mediante los versos y las figuras poéticas, Alberti, dolido por muchos años de separación y a pesar de hallarse a miles de kilómetros de distancia, en las orillas del Río de la Plata, en Argentina, consigue un momentáneo imposible: hablar con Cádiz, con sus gentes, sus paisajes, su cielo y su luminosa bahía.Y es que la nostalgia, desde siempre, ha sido un motivo de inspiración en la poesía porque se trata de un sentimiento universal, al igual que el amor, el llanto por la muerte de un ser querido, la alegría o la tristeza. Por todo esto, varias décadas después de haber sido escrito, el contenido de este poema conmueve a los lectores actuales. Porque todavía hay muchísimos hombres y mujeres que sienten añoranza por lo dejado atrás en sus países de origen: por ejemplo, los cientos de miles de inmigrantes (magrebíes, ecuatorianos, lituanos, rusos, rumanos…) que encontraron acogida aquí, en los muy cercanos tiempos de la prosperidad económica en que España inició este milenio; por ejemplo, también, los jóvenes españoles y españolas que, con motivo de la terrible crisis que padecemos ahora, deben irse a Alemania (como en los viejos tiempos), Francia, Gran Bretaña o incluso Australia para poder encontrar un empleo digno con la titulación académica que poseen.Pero el siglo XXI ya no es como en 1939, cuando los exilados abandonaron España, o como en los años 50 de las maletas de cartón piedra y los bocadillos de chorizo para viajar a Alemania, Holanda o Suiza… para trabajar en lo que fuera y de cualquier cosa. Porque ahora, los poetas ya no recurren al verso ni a las metáforas para “hablar” en la distancia con la patria o con la mujer amada. No, ahora, basta con un “what’s app”, un email, un sms o, finalmente, un “me gusta” en “el muro” del Facebook.

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