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Una vez más, la Organización Mundial de la Salud ha dado recomendaciones dirigidas a lograr una alimentación más sana. En este caso, los consejos vuelven a estar relacionados con la ingesta de sal, que mundialmente sigue siendo todavía muy alta, y ahora, también con respecto a la de azúcar.
¿Cuál sería un nivel moderado de sal? La OMS lo fija en 5 gramos por día como máximo, pero advierte que para la población occidental lo común es consumir el doble. Como se recordará, el exceso en el consumo de sal contribuye a los aumentos de los casos de hipertensión, que puede llevar al infarto, ataques cerebrovasculares o fallas renales.
Con respecto al azúcar, aunque la ingesta calórica total diaria debería estar en menos del 10 por ciento, la recomendación del organismo es bajarla a menos del 5%, el equivalente a unos 25 gramos (6 cucharadas de café) de azúcar al día para un adulto. Este tema, en particular, tiene una alta incidencia en la alimentación de los chicos y adolescentes, porque a ellos como mercado potencial es que están dirigidas la mayoría de las bebidas gaseosas, tortas, golosinas y jugos. Las cantidades de azúcar agregada de estos alimentos pueden llegar a duplicar el riesgo de muerte cardiovascular, además de incidir en la formación de caries y en la epidemia actual de obesidad en el mundo.
En la Argentina, aunque también los niveles de ambos alimentos están por encima de los señalados por la OMS como saludables, es cierto que se viene trabajando en el tema. En noviembre último, se aprobó en el Congreso de la Nación la ley por la cual los alimentos tendrán menos sal a partir de este año -las empresas deberán bajar la sal de sus productos según valores máximos estipulados, que llegan hasta el 15%-, los saleros deberán estar ausentes en las mesas de los restaurantes y se tendrán que presentar opciones de condimentos sin sodio. La existencia de esta ley ha sido destacada por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), ya que el nuestro es el segundo país en el mundo en aprobar una ley con estas características.
Es evidente que, además de tomar en consideración todas estas recomendaciones de la OMS y poner en acción las normas que las contemplan, es importante afianzar estas prácticas desde las escuelas y con campañas públicas de difusión de las consecuencias del consumo excesivo de dos alimentos tan populares y tradicionales como el azúcar y la sal.
En algunas provincias, y desde mediados del año pasado también en la ciudad de Buenos Aires, gracias a la sanción de una ley que permitió su creación, algunas escuelas han instalado quioscos saludables, como una manera de contribuir a este aspecto tan importante de la educación, no sólo de niños y adolescentes, sino también de las familias a través de ellos.
Es de desear, por tanto, que estas prácticas se extiendan a todo el país y que la sociedad comprenda la importancia de un consumo moderado y saludable.
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