Tema 5

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RI tema 5
Len Sanz
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TEMA 5 III.5. OBJETIVACIONES ETNOPOLÍTICAS Y POLÍTICAS DE LA IDENTIDAD. (Pág. 355 - 385) III.5.1. Espacio y territorio. No hay ninguna razón intrínseca, necesaria, entre procesos identificatorios/alteritarios y dimensiones espaciales más que en la medida en que toda práctica humana se realiza en la materialidad de las dimensiones euclidianas en nuestra construcción de la realidad cotidiana. Desde el punto de vista etológico, como mamíferos y como primates, somos animales territoriales. Pero para los humanos espacio y territorio no son idénticos. Espacio refiere a una dimensión de nuestro universo. Territorio tiene un sentido más apropiativo, tanto etológico como político. Todos los territorios son espacios, pero no a la inversa. Lo que no cabe duda es que toda relación territorial humana es socioculturalmente organizada, tanto ecológica, política, ritual y simbólicamente. Las relaciones con el espacio y el territorio varían enormemente entre gentes sedentarias y grupos nómadas y trashumantes. El territorio delimitado, con fronteras, como confín de la soberanía y el poder es un elemento definitorio del Estado nacional moderno como organización política y administrativa. Las identidades colectivas nacionales que éste organiza tienen una dimensión territorial (uno lleva su francesidad cuando cruza la frontera con Italia, por ejemplo). El territorio puede re-presentarse cognitiva y evaluativamente de muchas maneras, también como referencia mítica (caso judío y su Tierra Prometida). Colectivos con referencia territorial difusa suelen ser las de aquellos que se les conoce como diásporas, poblaciones que en un momento dado tuvieron que abandonar su tierra extendiéndose por muchos otros países. La referencia al territorio puede ser retórica, exclusivamente perteneciente al discurso, aunque con no menos consecuencias y efectos.También sucede de alguna manera con el proyecto de retorno del inmigrante de volver algún día a su país de origen, como referencia mítica. Uno de los ejemplos sobre la no necesaria relación entre territorio e identidad étnica es la que se dice sobre los Roma (gitanos). La adscripción al territorio puede dar como resultado metonímico sus etnónimos correspondientes, nombres de pueblos, de gentes (los españoles por Hispania). Lo contrario también es frecuente: nombres de territorios por sus habitantes (Francia por los francos, Inglaterra por los anglos). La Escuela de Chicago, pionera de los estudios urbanos, pensó la ciudad como un mosaico étnico, a partir de la agrupación residencial de distintos inmigrantes por comunidad de origen (ej. en Nueva York, China Town o Little Italy). Con los inmigrantes extranjeros en España también ocurre lo mismo, concentrados en determinados barrios y localidades. III.5.2. Formas etnohistóricas de organización política Las formas políticas de la identidad son variables histórica y etnográficamente, y no siempre cristalizan en organizaciones político-administrativas institucionalizadas. Formas de objetivación política y pertenencias grupales ha habido muchas. La Antropología Social desveló que había sociedades sin Estado y que, sin embargo, no carecían de instituciones políticas para el consejo, la interpretación de normas, la resolución de conflictos, etc. La Antropología política mostró que el Estado en sus diversas formas es una construcción histórica. Una teoría sistémica de la formación del Estado tiene en cuenta múltiples factores: demografía, localización, recursos, territorio, articulación administrativa, control impositivo, organización, sistemas de producción, distribución y acumulación... El tipo aristocrático se caracterizaría por una élite que monopoliza el poder y la identidad, con el concurso de sectores del clero y de los comerciantes urbanos, con un campesinado tutelado que exhibiría culturas vernáculas propias (ej. serían los persas, romanos, trucos). El tipo demótico estaría centrado en lo urbano, en una clase dominante que provienen de familias de políticos, comerciantes y artesanos ricos e influyentes (ej. judíos, armenios, suizos), también las ciudades-Estado renacentistas. Ambos tipos pueden transformarse en el otro en la medida en que siempre le contienen de alguna forma. Ejemplo sería el Imperio Otomano. III.5.3. El estado­nación de la Modernidad europea. Sombras y fracasos. El Estado-nación se convirtió en la forma política general de los países europeos en la Modernidad, con una historia de varios siglos de reorganización de cambios sociales, políticos, económicos, demográficos, ideológicos. La emergencia progresiva del Estado-nación europeo occidental ha de entenderse en relación a varios procesos implicados: el auge del capitalismo mercantil y el control de los recursos estratégicos, la centralización del poder político, de la administración, de la justicia y la recaudación, el poder militar y el control social y una ideología de comunidad imaginada con pasado, lengua y destino comunes favorecida por el auge de la comunicación. El escenario de esta constitución es tanto interno como externo: - Desde el punto de vista interior, refiere a facciones políticas y económicas en pugna, distribución desigual de la riqueza y los privilegios, tradiciones culturales e históricas divergentes, etc. Determinados grupos y élites políticas intentaron imponerse sobre otros mediante la fuerza y la imposición ideológica. Como la Historia nos muestra, esta vocación uniformizadora y universalista hacia dentro, es el reflejo de la hegemonía política y militar de determinadas particularidades que se imponen sobre otras particularidades (ej. la unificación territorial política de España con los Reyes Católicos) - El escenario externo es el de otras formas de organización política (ciudades Estado, Imperios) y también de otros Estados nacionales europeos en formación. El Estado nacional moderno no puede comprenderse sin este escenario internacional de competición por la superioridad económica y militar y sin las alianzas políticas y las estrategias matrimoniales de las cortes europeas. También hay que incluir las alianzas entre familias, grupos de presión y Estados en las guerras de religión entre los siglos XVI y XVIII. Las guerras pueden ser factores que estructuren solidaridades y lealtades étnicas. Algunos historiadores encuentran en la Guerra de la Independencia contra los franceses, el momento culminante de la construcción de la unidad nacional española. El Estado-nación, como particular forma de organización política, se basa en un territorio delimitado, la nación, sobre el que ejerce el control. El territorio y su delimitación están en la base de la constitución de las naciones Estado modernas europeas. La frontera delimita el espacio interior de la comunidad política frente al exterior: igual que genera seguridad internamente construye inseguridad ante el exterior. David Innerarity describe el territorio como “un instrumento de seguridad gracias a la delimitación de la frontera” en la constitución del estado-nación (en los imperios casi siempre fue más permeable y dinámica). Esta nación es algo más que una población como agregado de individuos: es un colectivo que comparte un sentido de pertenencia y vínculo, con un supuesto pasado y un futuro imaginado. Han sido muchos los que han estudiado la historia de las relaciones culturales y étnicas a la hora de analizar los procesos de construcción del estado moderno en Occidente. Ante aquellos que ubican la aparición de las naciones en la Modernidad europea, Anthony Smith subraya la continuidad entre los lazos étnicos y la aparición de las naciones modernas bajo determinadas condiciones históricas. Mc Neill también reclamó una vinculación entre sociedades agrarias e industriales. Para él no sólo existen antecedentes étnicos de las naciones y nacionalismos sino que la construcción de la nación se entiende difícilmente sin la creación y cristalización de referentes étnicos. Todo Estado ha de producir una ideología colectiva que promueva estos sentimientos de pertenencia, que trasciendan las divisiones sociales, llenándolo de contenido cultural diferencial, de modo que los ciudadanos se identifiquen más próxima y afectivamente. Eso es lo que denominamos nacionalismo. Esta ingeniería social como diseño y conjunto de técnicas para la producción de una colectividad nacional legítima sigue con la creación de instituciones, vigilancias y formas de movilización colectiva: sistemas de reclutamiento social, generación de cargos encargados del control social y el cumplimiento de normas, símbolos de lealtad al territorio (bandera, himnos), una mitología, rituales colectivos que refuerzan y mantienen el vínculo con la nación, escolarización generalizada que produce ciudadanos educados en la moralidad, asalariados dóciles controlados políticamente para la generación de plusvalías para las élites dominantes. El nacionalismo se convierte, así, en una especie de religión civil. El deporte también se utiliza como expresión de identidad nacional (ganar un campeonato mundial hace patria). Como ya iniciaran los estados del Neolítico, el Estado nacional produce todo tipo de procedimientos para controlar esta inclusión/exclusión. La gobernanza de los individuos en los estados modernos se ha basado en la sedentarización de la población a un espacio racionalizado (aldeas, pueblos, ciudades, regiones, comunidades autónomas, etc. bien demarcadas y delimitadas); mecanismos de identificación (pasaporte, tarjeta de identidad....); sistemas de registro y contabilidad (padrón, censo...) que permiten tanto la localización, la sujeción, el control y la exacción de impuestos. En la construcción de un sentido de colectividad, el Estado suele apoyarse en la identificación étnica, objetivada de alguno de los grupos cuyas élites hayan ocupado puestos de poder y decisión, llegando incluso a dar nombre a la nación. La nación española se construye a partir de la castellanidad y el catolicismo, junto con la refundación nacional derivada de la Guerra de la Independencia. El Estado-nación redefine un nuevo sujeto político con derechos y deberes: el ciudadano. Según Hobbes, el pacto social del Estado con el ciudadano consiste en ofrecerle seguridad y participación política a cambio de su libertad y el monopolio de la violencia. La Sociología ha distinguido entre dos tipos ideales de integración política, administrativa y social en el Estado moderno: El modelo de ciudadanía universalista francés: es el modelo de la Ilustración, la Revolución Francesa, como se construyeron los Estados Americanos del Norte. Basado en la sociedad civil. La soberanía reside en una comunidad política (la ciudadanía), que delega su ejecución y administración en el Estado. Es un modelo voluntarista, basado en la adscripción política y a un territorio. El modo de incorporación es asimilacionista, no reconociendo diferencias. Este pacto de derechos y deberes está objetivado en un código común de leyes. Lo étnico es considerado como antidemocrático, del Antiguo Régimen. Las minorías han de disolverse e incorporarse al cuerpo político. El modelo es híper centralista. El modelo étnico alemán: se nasa en una unidad étnica, un pueblo preexistente. Es el modelo del etnonacionalismo frente al nacionalismo civil. La nación es una comunitas de pasado y destino. Esta es la base ideológica y jurídica q impide a los inmigrantes y nacidos en Alemania de padres inmigrantes obtener la nacionalidad. Esta oposición es, no obstante, algo engañosa. Por ejemplo EE.UU. combina elementos de ambos tipos ideales. Aparte del himno, la bandera, su confianza en la libertad y las capacidades individuales y cierto fundamentalismo religioso y moral, rituales como el canto del himno americano en las escuelas o el Día de Acción de gracias, ayudan a dar un sentido de vínculo y pertenencia por encima de las múltiples adhesiones étnicas de una población tan variada. La imposibilidad del empeño uniformizador del Estado nacional europeo moderno provoca conflicto. Hacer coincidir por la fuerza, cultura, pueblo y Estado es un proyecto destinado a la continua reorganización. La correspondencia inexacta entre Estado y nación, es un hecho. Es en los siglos XIX y XX cuando grupos étnicos minorizados en los estados europeos comenzaron a demandar un reconocimiento etnopolítico propio, de intensidad independentista variables (casos vasco, catalán, galés, escocés, etc.). La Europa de los pueblos es una reivindicación de estos nacionalismos frente a una Unión Europea económica cuyos miembros actuales son Estados. Muchos estados se pretenden étnicamente homogéneos, aunque no lo sean. Es evidente que la mayoría de los estados son pluriétnicos. El caso más llamativo puede ser el de Macedonia (de donde procede el nombre aplicado a la ensalada de frutas), de todo un poco: albaneses, serbios, roma, valacos, búlgaros, turcos, judíos, bosniak y otros pequeños grupos. También tenemos ejemplos de grupos étnico- nacionales sobre varios estados (fruto de conflictos históricos y del reparto geopolítico entre potencias dominantes), como son albaneses (el bisturí europeo y la correlación de fuerzas nacionales locales dejaron fuera de la actual Albania a miles de albaneses, que quedaron como minorías en otros países vecinos) y kurdos (que se encuentran repartidos en 5 estados: Irak, Turquía, Siria, Irán y Azerbaiyán). Por diáspora se entiende a aquellas poblaciones originarias de un lugar que, por presiones políticas, militares, económicas se dispersan por muchos lugares del mundo. La diáspora judía es una de las más conocidas y la Armenia, la mayor del mundo, es la más desconocida. La imposición del modelo europeo occidental de organización política de las identidades étnicas sobre otros contextos sociopolíticos multiétnicos ha sido el catalizador de interminables conflictos. El caso de los Balcanes es paradigmático. Como apunta Appadurai, el vínculo entre Estado y nación es, cada vez más, signo de disyunción, no de conjunción. III.5.4. Gestión, administración y política de las identidades La gestión y administración de las identificaciones/alterizaciones étnicas por parte de élites, grupos de presión, gobiernos, Estados, con medios más o menos violentos, se ha denominado en inglés The politics of identity (las políticas identitarias). Las políticas de identidad del Estado tienen consecuencias directas en los modos de incorporación e inclusión de las poblaciones étnicas y los grupos inmigrantes. En el caso africano, los territorios colonizados por cada metrópoli sirvieron de base para la construcción de las nuevas naciones-Estado, basadas en la selección de determinados grupos étnicos como sustrato demográfico, favoreciendo las rivalidades con otros grupos excluidos del poder. Estos grupos correspondían a los beneficiados durante el período colonial, sobre los que las metrópolis seguirían ejerciendo su influencia para salvaguardar sus intereses económicos y políticos en la región. Un mismo estado podía incluir toda una diversidad étnica de grupos a veces enfrentados. La caída del Imperio Otomano y la reconfiguración del mapa de Europa central y oriental después de la I Guerra Mundial, dejó toda una serie de gentes con adscripciones étnicas y nacionales difusas. El territorio soviético se dividió en autonomías nacionales y regionales. Los ciudadanos fueron adscritos a nacionalidades concretas, a veces de nuevo cuño. Privilegios fueron distribuidos siguiendo las alineaciones étnicas, a favor de unos en detrimento de otros. Uno de los ámbitos políticos en donde los Estados y partidos hacen ejercer sus capacidades de construcción, gestión y administración étnica es en las políticas lingüísticas. Los ejemplos de Canadá y de Bélgica. Las propias Comunidades Autónomas del Estado español con lengua propia, han asumido la cuestión lingüística como tema prioritario en sus agendas políticas. El Estado también es distribuidor de poder y estatus para los distintos grupos étnicos cuando utiliza o no sus símbolos en sus estructuras organizativas. De esa forma contribuye a su visibilidad social así como a su legitimación política desde las estructuras formales del poder. O directamente las persigue o suprime. Los estados confesionales también son gestores de Etnicidad, en cuanto que, muchas, las creencias y prácticas religiosas entren a formar parte del mismo paquete identitario. El Estado sigue siendo un potente gestor y reconocedor de identidad en el caso de los procesos migratorios, por medio de los procesos de inclusión/exclusión de grupos inmigrantes y la gestión de las políticas de discriminación positiva entre grupos minoritarios desfavorecidos. Las políticas estatales de la identidad, de la inclusión y la exclusión, constituyen un poderoso marco referencial q establece las coordenadas para el desarrollo identitario en términos político económicos y socioculturales de distintos colectivos. Glazer y Moynihan ya hicieron la observación de que el Estado (refiriéndose al americano) era un agente de distribución de reconocimiento y beneficios económicos y políticos entre diversos alineamientos étnicos, colaborando a mantener y consolidar estos y sus reivindicaciones, implicándoles, a su vez, en el juego político de las elecciones. Los servicios sociales recrean, gestionan y objetivan etnicidad a partir de las diversas políticas gubernamentales sobre el estado de bienestar: adjudicación de viviendas, becas de comedor, etc. con no pocas resistencias por parte de la población que se considera autóctona. Barbara Lal habla de etnicidad “compulsiva”, aquella construida a partir de ciertas prácticas institucionales de discriminación positiva, a la que ciertos colectivos se adscriben y manipulan en su propio interés. Censos e instrumentos gubernamentales de estadística son prácticas que cristalizan determinadas categorizaciones, a partir de ideologías clasificatorias dominantes. Ya sabemos que toda clasificación incorpora una práctica política, de poder.

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