filosofía 20 Abril 2020

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SAN AGUSTÍN EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO La fe da lugar a la religión y la razón a la filosofía, y, en tanto que la fe y la razón tienen su origen en Dios, no puede haber oposición entre ambas. La fe es una gracia de Dios y, junto con la Sagrada Escritura, forma la palabra divina, infalible e invariable; la fe no es algo irracional, guía la investigación y protege frente al error. Por su parte, la razón y la filosofía (la palabra humana), aunque limitadas y frágiles, son buenas porque pueden favorecer a la religión: permiten la comprensión intelectual, aunque imperfecta, de verdades religiosas, ayudan a refutar las herejías y a convencer a los que dudan. Fe y razón se complementan: “creo para entender y entiendo para creer”, dice San Agustín.
Puesto que en el hombre encontramos una sustancia material y otra espiritual, habrá también dos tipos de conocimiento, el sensitivo y el intelectual. San Agustín no rechaza completamente el valor de los sentidos (conocimiento sensitivo) pues nos informan de las cosas sensibles, incluido nuestro propio cuerpo, y son necesarios para la vida práctica. La sensación es común a los animales y al hombre, pero nosotros disponemos además de la razón, con la que podemos alcanzar un conocimiento más elevado de la realidad (conocimiento inteligible). Mediante la razón inferior conocemos el mundo sensible, temporal y cambiante, y resolvemos las necesidades prácticas de la vida; y gracias a la razón superior podemos alcanzar las esencias, lo inmutable, necesario y eterno como los objetos matemáticos (el mundo inteligible), e incluso a Dios, dando lugar a verdades eternas, inmutables y comunes a todos. San Agustín combatió el escepticismo y creyó posible la certeza de verdades como el principio de contradicción, o de la existencia de las propias sensaciones de las cosas; más aún, de un modo muy parecido a Descartes, mostró también la existencia de verdades indubitables a partir de los hechos de conciencia: podemos dudar de lo exterior, de las cosas, pero no de que vivimos y de que nos acordamos, entendemos y queremos, hechos de nuestra alma que encontramos cuando miramos en nuestro interior. En cuanto al conocimiento objetivo, referido al mundo inteligible, sus verdades no dependen del mundo sensible ni tampoco de la mente humana; nuestra mente tiene que aceptarlas y reconocer que poseen una validez absolutas, independiente del sujeto que las considera. La verdad es una y la misma para todas las personas, y es inmutable y eterna; pero dado que nuestra razón es limitada, temporal y finita, pensó San Agustín, es necesario el auxilio de algo que también sea eterno e inmutable: Dios. Las ideas ejemplares y las verdades eternas están en Dios. Para captar las verdades eternas, universale
El logro del conocimiento pleno y absoluto consiste en una dialéctica ascendente que consta de varias etapas:- Refutación el escepticismo El alma supera la duda sobre la posibilidad de conocer la verdad y encuentra a través de sus principios y convicciones la garantía de su propia certeza.- Conocimiento sensible Los objetos percibidos por el mundo externo no son un conocimiento fiable debido a su inestabilidad. Los sentidos corporales son imperfectos y engañosos. Conocimiento racional inferior Se refiere a las cosas del mundo y aspira a verdades generales o universales.- Conocimiento racional superior Es el conocimiento inteligible, fuente de toda sabiduría. Trata sobre las verdades absolutas a las que puede aspirar el hombre; pueden ser lógicas, éticas, estéticas, antropológicas y teológicas. Estos conocimientos absolutos no pueden ser sacados por el hombre de las sensaciones ya que es un ser mutable e imperfecto. La única posibilidad de llegar a tales conocimientos es la intervención de Dios en el alma; la verdad absoluta procede solo de Dios. El hombre y el alma Las más nobles criaturas creadas por Dios son los ángeles. A continuación, el hombre, que no es muy inferior en perfección a los ángeles, pero mientras el ángel es espíritu puro, el hombre es cuerpo y alma. San Agustín adapta la versión platónica del hombre y dice que el alma es espiritual, simple e inmortal que va unida al cuerpo mortal del cual es principio vital; no cree que el alma esté unida al cuerpo de forma antinatural y como un castigo. Piensa que Dios no crea el mal, sino que el cuerpo es un obstáculo para la salvación a consecuencia del pecado original. La salvación del alma consistirá en apartarse de los efectos moralmente perniciosos del pecado original sobre el cuerpo. El hombre es semejante a Dios por el alma, que lleva a cabo sus funciones mediante:-
La memoria Permite que la vida interior se nos haga presente y con el tiempo vaya configurando nuestra personalidad. - El entendimiento Nos permite conocer la verdad; hay razón inferior (ciencia) y la razón superior (Sabiduría).- La voluntad Impulsa al alma hacia el amor como valor supremo del hombre y superior al conocimiento racional. San Agustín verá en la unidad del alma y en la división del de sus facultades el reflejo místico de la Trinidad divina en el hombre: la memoria al Padre; la inteligencia al Hijo y la voluntad al Espíritu Santo. El problema del origen del alma negó la teoría platónica por ser contraria al dogma cristiano y dudó sobre el problema entre 2 teorías:- El traducianismo El alma engendrada por los padres al igual que el cuerpo y pasa de los hombres a los hijos. Explica la situación del como un ser caído a causa del pecado original. Esta teoría tiene que superar una objeción: si el alma es indivisible y simple, ¿Cómo puede transmitirse de padres a hijos? Es imposible que los padres transmitan a sus hijos una parte de su alma puesto que por naturaleza es simple. - El creacionismo El ama es engendrada por Dios en el acto mismo que es engendrado un nuevo ser humano. San Agustín veía una dificultad teológica derivada del pecado original, ya que comporta que Dios crea almas en pecado. El destino final del alma es el encuentro con Dios tras la muerte del cuerpo. El alma no puede salvarse por sus propios méritos; San Agustín hace intervenir el concepto de gracia como un don vivificador que Dios otorga a cambio de la fe, mediante ésta, el alma es impulsada a la uníón definitiva con Dios. El alma tiene un papel decisivo; nos acerca de un modo intenso a su constitución: la interioridad o autoconocimiento interior,
Razón y fe Para San Agustín, razón y fe colaboran conjuntamente en el esclarecimiento de la única verdad posible por el hombre: El cristianismo.-Intellige ut credas. Significa que es imprescindible comprender racionalmente para alcanzar una fe sólida y autentica. La verdadera fe del cristianismo no debe limitarse a la fe ciega del ignorante.-Crede ut intelligas. Significa que es preciso creer previamente para después entender adecuadamente; es indispensable tener fe para que la razón encuentre la verdad. La fe cristiana es compatible con el conocimiento racional; tiene que apoyarse en la filosofía ya que la sabiduría es la aspiración más alta de la condición humana. Las reflexiones filosóficas estarán de acuerdo con los contenidos doctrinales de la fe. San Agustín se propondrá en su obra alcanzar la inteligencia de lo que las Sagradas Escrituras realmente nos enseñan. Esta doble dirección desde la fe a la razón y de la razón a la fe, explica la unidad sin fisuras de ambas. Esto supone dos ideas complementarias:-La aceptación de la fe cristiana es el camino recto para desvelar y comprender el cristianismo.-La comprensión racional de la doctrina cristiana es la forma más elevada y autentica de la fe.
Dios, la creación, el tiempo Concibe a Dios como la verdad y como el fundamento de toda realidad; Dios es la absoluta plenitud epistemológica y ontológica. La razón puede demostrar la existencia de Dios mediante: - Argumento histórico Todos los pueblos han creído en la existencia de un Ser Supremo.- Argumento psicológico Dios descubre con absoluta evidencia a Dios en su alma.- Argumento cosmológico El orden interno del universo es la prueba palpable de la existencia de su creador.- Argumento epistemológico Solo es posible explicar las ideas permanentes y eternas en mi alma, ser finito y contingente, si las ha puesto allí un ser infinito que permite conocerlas mediante la iluminación de mi inteligencia. Dios es el único ser ontológicamente pleno ya que puede existir por sí mismo, y los demás reciben la existencia de Él; es el creador de todo a partir de la nada. Es el logos, la razón de todo lo creado ya que están presentes en su mente desde la eternidad las ideas que utiliza como modelos perfectos para crear los seres del Universo. Es ajeno a la idea del tiempo; el tiempo no forma parte de la naturaleza divina, sino que lo creo con el resto de los seres. El futuro de lo creado ha sido previsto y puede ser conocido por la razón divina en forma de razones seminales; éstas son puestas por Dios en la creación y se van desarrollando. Son las semillas de todas las cosas futuras y se realizan mediante la actividad incesante de los seres creados. La consecuencia antropológica es el tema trágico de la divina predestinación, ya que el hombre nace para ser salvado o condenado por un decreto de Dios.
Las dos Ciudades (V.J. Bourke) Desde la época de Carlomagno, el Sacro Imperio Romano estuvo inspirado, de alguna manera, en una lectura equivocada de la "Ciudad de Dios". Muchos pensaron que Agustín había planeado el establecimiento de un Reino de Dios en la tierra, como una renovación cristiana del antiguo Imperio Romano. Realmente,San Agustín en la escuela. Pintura al fresco de B. Gozzoli (1465). Iglesia de San Agustín en San Gimignano, Toscana, Italia. esta no fue su intención. Su ideal era diferente: él pensaba en dos tipos de hombres y dos sociedades que nunca serían institucionalizadas en el transcurso del tiempo. Después del Juicio final, se separarían en el Cielo y en el Infierno. Cuando Agustín comenzó a escribir la "Ciudad de Dios", Roma había sido saqueada por las hordas de los bárbaros del norte (ver el marco histórico). Muchos de estos invasores eran cristianos, partidarios de la herejía arriana. Para los patricios de las viejas familias romanas, el cristianismo aparecía entonces como una amenaza interna y como un claro peligro mirando al exterior del Imperio. Muchas personas, incluyendo el influyente oficial del Imperio, Marcelino, fueron con Agustín con este reclamo. Se había extendido ampliamente la idea de que el cristianismo se había convertido en una influencia corrosiva para la Pax Romana. Los que apoyaban el viejo paganismo no desaprovecharon la oportunidad de atacar la expansión del cristianismo. Ver también el tema agustiniano de la Teología de la Historia.
En el año 413, San Agustín se puso a trabajar con la intención de escribir una contestación a este reclamo. Tardó más de trece años en terminar los veintidos libros de la "Ciudad de Dios". En una recientemente descubierta Carta a Firmus él mismo señalaba la estructura de esta gran obra. En los primeros diez libros, Agustín defiende el cristianismo ante los ataques de que es una influencia corrosiva social y política. En efecto, él rechaza los argumentos y demuestra que el politeísmo pagano no ha traído nada bueno para Roma. Compara el cristianismo con el neopaganismo que había surgido en los últimos tiempos del Imperio y utiliza para ello todo su vasto saber literario e histórico. En los últimos doce libros el tema es una descripción del crecimiento, progreso y terminación de las dos Ciudades. Cfr. también resumen de "La Ciudad de Dios", de H. Drobner. En muchos pasajes de este escrito San Agustín muestra cómo los ciudadanos de estas dos sociedades son divididos por el contraste de sus amores. En la Ciudad Celestial todos aman a Dios; en la Ciudad Terrena, los ciudadanos han escogido otro guía. Algunas veces Agustín sugiere que el lider terrenal es el demonio. Las dos Ciudades se distinguen desde el punto de vista moral y religioso. Las dos Ciudades no se diferencian respecto a la organización política, sino por la situación interior de sus respectivos miembros
El Bien y el Mal San Agustín pasó gran parte de su vida cuestionándose sobre la existencia del mal, hasta que leyó a Platón y a San Pablo y se pudo convencer que el mal no existe, que no es en sí, no tiene Ser, que el mal es ausencia de bien. San Agustín grafica de manera excepcional la lucha entre las pasiones y el alma. ¿Por qué el hombre peca?, San Agustín nos dice: “Quizá de que se aparta de la disciplina y se hace completamente extraño a ella” , es decir, Dios tiene para cada habitante de la humanidad un camino ya establecido , al igual que para la humanidad entera, para un bien mayor. Cuando alguien se desvía de ese norte, entra en el área de pecado. “Te lo diré, si antes me dices tú a qué mal te refieres, porque son dos los significados que solemos dar a la palabra mal: uno, cuando decimos que “alguien ha obrado mal”; otro, cuando afirmamos que “alguien ha sufrido algún mal” , una distinción realizada por San Agustín que nos sirve para introducir el concepto del mal en cuatro planos distintos realizadas por el filósofo:
A-.METAFÍSICO-ONTOLÓGICO: “En el cosmos no existe el mal, sino que existen solamente grados inferiores de ser en comparación con Dios, dependientes de la finitud de las cosas creadas y del diferente grado de esta finitud. Desde una visión de conjunto, cada cosa, incluso la aparentemente más insignificante, posee su propio sentido y su propia razón de ser y, por lo tanto, constituye algo positivo.” . B-EL MAL FÍSICO: Enfermedades, dolores físicos, cambios anímicos etc. son parte del mal físico, originado por el primer pecado, el de Adán y Eva, una alma pecadora responsable de la corrupción en el cuerpo. C-.EL MAL MORAL: Se genera a partir de la desviación del ser, del camino establecido por Dios todopoderoso, por su propia voluntad, es decir, el libre albedrío, tendiendo de ésta manera al no ser. Por esto último no merece tener un rasgo positivo, pues solo las cosas creadas por Dios, los seres, poseen esa cualidad. D.- EL MAL MORAL ES EL PECADO: Si la denominada voluntad realiza lo que por naturaleza le corresponde, es decir, dirigirse hacia el bien no estaríamos en presencia del mal; pero, en ocasiones, hay una especie de una mala voluntad que, dentro de la gran variedad de bienes existentes en el mundo, elige el que se aleja de Dios, transformándose en un no ser. Esta voluntad no es sinónimo de mal por dirigirse a las cosas negativas sino porque no respetó el designio divino.
LA NATURALEZA DEL BIEN Dios es el supremo e infinito bien, sobre el cual no hay otro: es el bien inmutable y, por tanto, esencialmente eterno e inmortal. Todos los demás bienes naturales tienen en él su origen, pero no son de su misma naturaleza. Lo que es de la misma naturaleza que él no puede ser más que él mismo. Todas las demás cosas, que han sido hechas por él, no son lo que él es. Y puesto que sólo él es inmutable, todo lo que hizo de la nada está sometido a la mutabilidad y al cambio. Es tan omnipotente, que de la nada, es decir, de lo que no tiene ser, puede crear bienes grandes y pequeños, celestiales y terrestres, espirituales y corporales.
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