DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II PARA LA UNESCO.

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AÑO 1980.
JOSAF RAFAEL LOPEZ MORA
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JOSAF RAFAEL LOPEZ MORA
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Question Answer
DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II A LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS PARA LA EDUCACIÓN, LA CIENCIA Y LA CULTURA - "UNESCO"
Los acontecimientos que marcaron la fundación de la UNESCO me inspiran sentimientos de gozo y gratitud a la Providencia: la firma de su constitución el 16 de noviembre de 1945; la entrada en vigor de la misma y el establecimiento de la Organización el 4 de noviembre de 1946; el acuerdo entre la UNESCO y la Organización de las Naciones Unidas aprobada por la Asamblea General de la ONU en el mismo año. Esta Organización es, en efecto, obra de las naciones que, al terminar la terrible segunda guerra mundial, fueron impulsadas por lo que se podría llamar un deseo espontáneo de paz, de unión y de reconciliación. Estas naciones buscaron los medios y las formas de una colaboración capaz de establecer, profundizar y asegurar de modo duradero este nuevo acuerdo. Así, pues, la UNESCO nació, igual que la Organización de las Naciones Unidas, porque los pueblos sabían que el fundamento de las grandes empresas al servicio de la paz y del progreso de la humanidad en todo el mundo, era la necesidad de la unión de las naciones, el respeto mutuo y la cooperación internacional.
La significación esencial de la cultura consiste, según estas palabras de Santo Tomás de Aquino, en el hecho de ser una característica de la vida humana como tal. El hombre vive una vida verdaderamente humana gracias a la cultura. La vida humana es cultura también en el sentido de que el hombre, a través de ella, se distingue y se diferencia de todo lo demás que existe en el mundo visible: el hombre no puede prescindir de la cultura. La cultura es un modo específico del "existir" y del "ser" del hombre. El hombre vive siempre según una cultura que le es propia, y que, a su vez crea entre los hombres un lazo que les es también propio, determinando el carácter inter-humano y social de la existencia humana. En la unidad de la cultura como modo propio de la existencia humana, hunde sus raíces al mismo tiempo la pluralidad de culturas en cuyo seno vive el hombre. El hombre se desarrolla en esta pluralidad, sin perder, sin embargo, el contacto esencial con la unidad de la cultura, en tanto que es dimensión fundamental y esencial de su existencia y de su ser.
Las culturas humanas reflejan, sin duda, los diversos sistemas de relaciones de producción; sin embargo, no es tal o tal sistema lo que está en el origen de la cultura, sino el hombre, el hombre que vive en el sistema, que lo acepta o que intenta cambiarlo. No se puede pensar una cultura sin subjetividad humana y sin causalidad humana; sino que, en el campo de la cultura, el hombre es siempre el hecho primero: el hombre es el hecho primordial y fundamental de la cultura.
Para crear la cultura hay que considerar íntegramente, y hasta sus últimas consecuencias, al hombre como valor particular y autónomo, como sujeto portador de la trascendencia de la persona. Hay que afirmar al hombre por él mismo, y no por ningún otro motivo o razón: ¡únicamente por él mismo! Más aún, hay que amar al hombre porque es hombre, hay que reivindicar el amor por el hombre en razón de la particular dignidad que posee.
La primera y esencial tarea de la cultura en general, y también de toda cultura, es la educación. La educación consiste, en efecto, en que el hombre llegue a ser cada vez más hombre, que pueda "ser" más y no sólo que pueda "tener" más, y que, en consecuencia, a través de todo lo que "tiene", todo lo que "posee", sepa "ser" más plenamente hombre. Para ello es necesario que el hombre sepa "ser más" no sólo "con los otros", sino también "para los otros". La educación tiene una importancia fundamental para la formación de las relaciones interhumanas y sociales.
El hombre, y sólo el hombre, es "autor", o "artífice" de la cultura; el hombre, y sólo el hombre, se expresa en ella y en ella encuentra su propio equilibrio.
La obra de la educación del hombre no se realiza sólo con la ayuda de las instituciones, con la ayuda de medios organizados y materiales, por excelentes que sean.
La nación es, en efecto, la gran comunidad de los hombres qué están unidos por diversos vínculos, pero, sobre todo, precisamente, por la cultura. La nación existe "por" y "para" la cultura, y así es ella la gran educadora de los hombres para que puedan "ser más" en la comunidad. La nación es esta comunidad que posee una historia que supera la historia del individuo y de la familia.
Las causas del éxito o del fracaso en la formación del hombre por su familia se sitúan siempre a la vez en el interior mismo del núcleo fundamentalmente creador de la cultura, que es la familia, y también a un nivel superior, el de la competencia del Estado y de los órganos, de quienes las familias dependen.
No hay duda de que el hecho cultural primero y fundamental es el hombre espiritualmente maduro, es decir, el hombre plenamente educado, el hombre capaz de educarse por sí mismo y de educar a los otros. No hay duda tampoco de que la dimensión primera y fundamental de la cultura es la sana moralidad: la cultura moral.
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA Juan Pablo, I. I. Discurso del Santo Padre Juan Pablo II a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura–UNESCO.
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