El hombre ha sido puesto por Dios al frente de la creación para que la cuide y se sirva de ella para sus
necesidades.
El respeto a la dignidad de cada cosa es
el fundamento de la moral.
El hombre con las cosas: debe cuidarlas y puede servirse de ellas: no
solo servirse de las cosas, sino también cuidarlas.
Las sombras de la caverna son las apariencias
sensibles de las cosas y las estatuas son las cosas
sensibles
los medios para explotar y transformar la naturaleza son más poderosos que en
ninguna otra; por eso, los daños son también mucho más graves.
Es inmoral desperdiciar sin sentido los recursos naturales escasos; el
despilfarro de los recursos cuando, con un poco de cuidado o de esfuerzo, se
podría pasar con menos; destruir, por el solo placer de destruir, cualquier cosa
de la naturaleza.
Procurar salvar las especies que se extinguen (aunque
sea por causas naturales); limitar en lo posible los daños
de las catástrofes naturales, el hombre está obligado a
cuidar de la naturaleza, porque la naturaleza es su casa.
Nuestra relación con las cosas
Hay un modo de poseer que desprecia las cosas, hay otro modo de
poseer que aprecia las cosas y, finalmente, hay un modo de poseer
que, en realidad, consiste en ser poseído por las cosas.
Cuando se goza de un cierto nivel de vida, la negligencia se
puede encubrir en parte con el despilfarro: se cambian pronto
las cosas que se han estropeado porque no se han sabido
cuidar.
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Cuando no se conserva la distancia, cuando desaparece el
espíritu de contemplación y solo priva el de poseer, resulta
que el hombre deja de ser realmente poseedor de las cosas
y las cosas pasan a dominarle.
El amor
al dinero
La tendencia desordenada a poseer suele
manifestarse en el amor al dinero. El
dinero no es propiamente un bien, sino un
medio convencional de cambio que
permite obtener bienes reales.
Es una sensatez insensata: olvidan un dato
fundamental que se ha repetido
incansablemente a lo largo de la historia: los
hombres nos morimos y el dinero no lo
podemos llevar a la tumba; ni comprar con él
nada que allí nos sirva.
El dinero no proporciona la paz del alma,
ni el saber disfrutar de la belleza, ni la
fuerza de la amistad, ni el calor del amor,
ni las pequeñas delicias de una vida
familiar,
Tener mucho dinero no es ni bueno ni malo moralmente
hablando; tiene ventajas e inconvenientes. Los inconvenientes
son claros: más capacidad para adquirir bienes es también más
capacidad para despistarse, para entretenerse, para perder de
vista lo fundamental porque absorbe demasiado lo accesorio.
Hay que tener un estilo de vida frente al
dinero, para emplearlo bien y para no ser
engañados por él. La moral invita a ponerlo en
el adecuado orden de amores.