La elevación sostenida de las cifras de presión arterial por arriba de 140 para la sistólica y de 90 para
la diastólica, que ocasiona daño a órganos blanco (corazón, cerebro, y riñón).
Desde la década de los 70, las tasas de mortalidad debidas a enfermedades cardiovasculares en países
industrializados se han reducido, en gran medida debido al mejor control de la hipertensión con los
medicamentos.